miércoles, 27 de agosto de 2008

Comercio y Ciudades Medievales


Que el Medievo ha dejado rastros perennes por todo el territorio español no constituye ninguna novedad. Sí lo es, en cambio, que diez localidades nacidas y/o crecidas en aquella época turbulenta se integren en una única Red de Ciudades y Villas Medievales. Así lo han hecho Almazán, Consuegra, Coria, Estella/Lizarra, Hondarribia, La guardia, Olivenza, Pedraza, Sigüenza y Sos del Rey Católico. Su unión nos impulsa a comenzar un viaje por estas localidades que apuestan al futuro desde el recuerdo emocionado de su pasado.



















El trazado urbano en la Edad Media era un fiel reflejo de la sociedad de la época. Fortalezas, plazas de mercado, lonjas, juderías o iglesias remiten a un tiempo marcado por las guerras, el despegue económico y la fuerza aglutinante de la religión.

Como en el resto de Europa, sabemos que el fenómeno de urbanización medieval fue muy importante en la península Ibérica, donde los romanos hicieron fundaciones que se sumaron a las ya existentes desde la Antigüedad. No obstante, en el siglo V se encontraban muy despobladas y en decadencia; sólo la presencia de los obispos impidió que algunas fuesen abandonadas. Pero lo más específico de la ciudad hispánica es que su desarrollo se vio ligado, desde el año 711, a la presencia musulmana en nuestras tierras. Los árabes no sólo contribuyeron a la reactivación de la vida urbana en el interior de Al-Andalus, sino que también favorecieron la aparición de núcleos nuevos a los que aportaron elementos de construcción propios. Por su parte, el empuje social y la realidad política de los reinos cristianos (Castilla, Aragón y Navarra) articularon el proceso de Reconquista y la consiguiente repoblación.




Entre los estímulos que contribuyeron al desarrollo de las ciudades en la Edad Media hay que destacar la importancia del comercio y la peregrinación. Así lo prueban las villas del Camino de Santiago, que surgieron a partir del año 800 con el aflujo de fieles jacobeos y mercaderes. Pero la mayoría de las urbes hispano cristianas de los siglos IX al XII nació con otro cometido: el control del territorio. Estas poblaciones, volcadas en la agricultura y la ganadería, articularon grandes espacios en tierras conquistadas a los musulmanes. Las localidades costeras de la Corona de Aragón pronto se especializaron en el comercio marítimo; así, Barcelona destacaría a partir del siglo XIII por el volumen de intercambios desplegados por todo el Mediterráneo. A mediados del siglo XV, Valencia pasó a ser la ciudad más importante en este ámbito.




Desde finales del siglo XII y en el curso del XIII se produjo otro fenómeno de urbanización en el interior de los territorios cristianos, coincidiendo con el gran avance de la Reconquista, pero localizado en las tierras del norte del Duero, la cornisa cantábrica, Galicia y el País Vasco. Estimulado por el poder regio, que concedió fueros y privilegios a las “polas” o “villas nuevas”, este impulso dio como fruto una mayor regularidad en el trazado de las calles.










La relación entre la ciudad y sus habitantes permite interpretar el urbanismo que presenta. Se trataba de una sociedad activa, donde los lazos basados en la fidelidad, el clientelismo y la dependencia daban lugar a nuevas agrupaciones. No había individuos, ya que la individualidad sería una de las aportaciones de la modernidad. En primer lugar, hay que subrayar la importancia de la muralla, que sirvió como elemento defensivo y como estímulo de responsabilidad común. Además, el cerco de piedra fue utilizado como primer “logo” de identificación, ya que se representó en algunos sellos y emblemas concejiles. Dentro y fuera de los muros, las casas se iban edificando según la proximidad de parientes o por afinidad religiosa, como ocurrió con los judíos y mudéjares que vivían en las villas cristianas. Igualmente podía influir la actividad artesanal o mercantil. Así, la organización del espacio respondía a una lógica de vinculación que también servía para otros fines: repartir responsabilidades defensivas o recaudar impuestos. Las numerosas iglesias urbanas, o iglesias de “collación”, sirvieron asimismo como referente de cohesión para los primeros pobladores.

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