miércoles, 27 de agosto de 2008

Cruzadas


El 27 de noviembre de 1095, último día del concilio de Clermont, Alvernia, Urbano II proclama la Primera Cruzada. La medida para resolver el problema de la seguridad de Tierra Santa tenía un dudoso sentido cristiano. Con la cruzada el papado tiene a sus órdenes la fuerza de los ejércitos al mismo tiempo que los libera del poder de los príncipes laicos. La última parte de la ceremonia en que son armados los caballeros insta a la defensa de la causa de San Pedro. Con la conquista de los turcos selyúcidas de Siria y Palestina, especialmente de la ciudad de Jerusalén (1071) la acogida a los peregrinos a Tierra Santa había empeorado. Mientras estuvieron bajo el poder de la dinastía árabe de los fatimitas, con sede en Egipto, los Santos Lugares eran visitados regularmente por misiones de peregrinos occidentales, que se incrementaron a partir de 1033, año del milenario de la pasión de Cristo. En Jerusalén se mantenían abiertos dos hostales de los italianos de Amalfi y los selyúcidas recibían el mismo tributo que los fatimitas de los peregrinos. El emperador de Bizancio, abrumado en su lucha contra los serbios, el mantenimiento de la frontera danubiana contra los bárbaros del norte y el poder creciente de los selyúcidas en Palestina, había pedido ayuda al papa. Urbano II recuerda la desgracia de los cristianos de Oriente y conjura a los cristianos de Occidente a cesar en sus luchas fratricidas, a unirse para combatir a los paganos y a liberar a los hermanos de Oriente. Se cuenta que los caballeros que oyeron la exhortación papal cortaron unos paños rojos en forma de cruz y se los colgaron en el pecho como signo de que querían participar en la expedición que proponía Urbano II. Esta idea de socorro cristiano se había llevado a la práctica unos años antes (1064) cuando un pequeño y espontáneo grupo de expedicionarios del sur de Francia conquistó la ciudad de Barbastro (Huesca) en una campaña de ayuda a cristianos españoles.


"Quienes lucharon antes en guerras privadas entre fieles, que combatan ahora contra los infieles y alcancen la victoria en una guerra que ya debía haber comenzado; que quienes hasta ayer fueron bandidos se hagan soldados; que los que antes combatieron a sus hermanos luchen contra los bárbaros" Urbano II. Concilio de Clermont-Ferrand



"Comprometeos ya desde ahora; que los guerreros solucionen ya sus asuntos y reúnan todo lo que haga falta para hacer frente a sus gastos; cuando acabe el invierno y llegue la primavera, que se pongan en movimiento, alegremente, para tomar el camino bajo la guía del Señor". "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mateo 16,24). (Urbano II)
El entusiasmo dio lugar a una improvisada cruzada popular que fue masacrada. Más salvaje fue el exterminio de musulmanes y judíos tras la toma de Jerusalén por los cristianos.
"Habiendo entrado peregrinos en la ciudad, persiguieron y degollaron a los sarracenos hasta el Templo de Salomón, donde hubo tal carnicería que los nuestros caminaban con sangre hasta las rodillas. Los cruzados corrían por toda la ciudad arrebatando oro y plata, caballos y mulas, haciendo pillaje en las casas que sobresalían por sus riquezas. Después felices y llorando de alegría, se fueron a adorar el sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo, considerando saldada la deuda que tenían con El" (Raimundo de Aguilers, cronista presencial)


"...los francos degollaron a más de setenta mil (?) personas, entre las cuales había una gran cantidad de imanes y de doctores musulmanes, de devotos y de ascetas, que habían salido de su país para venir a vivir, en piadoso retiro, a los lugares santos". (Ibn al-Athir)
"Se ordenó sacar fuera de la ciudad todos los cuerpos de los sarracenos muertos, a causa del hedor extremo, ya que toda la ciudad estaba llena de sus cadáveres... hicieron pilas tan altas como casas: nadie había visto una carnicería semejante de gente pagana. Las hogueras estaban dispuestas como mojones y nadie, excepto Dios, sabía su cantidad". (Guillermo de Tiro)
"la matanza de Jerusalén causó una gran impresión en todo el mundo. Nadie puede decir cuántas víctimas hubo, pero Jerusalén quedó vacía de musulmanes y judíos. Incluso muchos de los cristianos quedaron horrorizados... Esta demostración de sed de sangre del fanatismo cristiano dio origen al renacimiento del fanatismo del islam". (Runciman)










La tercera cruzada:
Convocada por el papa Gregorio VII para reconquistar Jerusalén, que había sido tomada por el sultán Saladino (1187), se inició en la ciudad alemana de Ratisbona (11 de mayo de 1189) desde donde salió Federico I Barbarroja al mando del mayor y mejor de los ejércitos organizados hasta entonces. Con un avance lento y prudente en mayo de 1190 consiguió llegar a Asia Menor, donde enseguida venció a los turcos en la batalla de Iconio. El 10 de junio el emperador murió de un corte de digestión al atravesar el río Salef y su ejército se dispersó. En julio Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto, salieron juntos desde Vézelay hacia Tierra Santa. Ricardo fue a Marsella y luego a Chipre; Felipe II Augusto avanzó por la costa italiana y desembarcó el 30 de abril de 1191 en Acre, ciudad que se rindió el 12 de julio. En Acre murió la mitad de los cruzados. Desesperados por la duración del asedio y el hambre, 10.000 cruzados asaltaron la ciudad con gran falta de coordinación y resultaron masacrados. Sus cuerpos, amontonados junto a las murallas, se descompusieron y originaron epidemias que hicieron estragos. Tras la toma de Acre, Felipe II Augusto regresó enfermo a Francia. Quince días después de la rendición de Acre, como Saladino no había hecho efectivo el pago de una cantidad estipulada en la capitulación de la ciudad, Corazón de León mandó a decapitar a 2.700 musulmanes. A finales de 1191, cuando se encontraba a 20 Km de Jerusalén, recibió noticias de los problemas que causaba su hermano Juan sin Tierra y de que Felipe II Augusto amenazaba las fronteras de su país. El 3 de septiembre de 1192, Saladino y Corazón de León firmaron la tregua. En ella se estipulaba que los cristianos conservarían la franja costera que iba desde Tiro hasta Jaffa y sería libre la entrada de peregrinos cristianos en Jerusalén, igual que a los musulmanes se les permitía el acceso a las mezquitas de La Meca por territorios cristianos.

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